Escribir o hablar sobre el tema en realidad no es del todo complicado, empero, llegar a perdonar, va más allá de simplemente ofrecer una disculpa o aceptarla. Hoy veremos cinco motivos por los cuales las personas nos negamos al regalo inefable del perdón y cómo podemos dar ese primer gran paso.
En primer lugar, tenemos a un personaje que cierra las puertas, inclusive antes de tomar las llaves para querer abrir esta gran oportunidad; su nombre es el Orgullo; y todo, porque aunque hubiésemos sido los agresores, o los victimarios, preferiríamos que fuese la otra persona la que se humillara ante nosotros, o en caso contrario, alegaríamos que nosotros no hicimos nada y que por lo mismo, es el agresor o represor quien debiera aproximarse para agachar la cabeza.
Ahora bien, en segundo lugar, tenemos al Yo Social (Ego Social). Ilustrémoslo de la siguiente forma: Imaginemos por un momento que estamos en un Centro Comercial, vamos saliendo, y de repente, las puertas de seguridad pitan, activando la alarma que indica que nos estamos llevando algo sin pagar. ¿Te pone esta situación nervioso (a) o de mal genio? Si la respuesta es sí… ¿Jamás te has preguntado por qué? Aunque parezca difícil, es muy simple; es porque el Ego te dice: “¿Qué pensarán los demás de mí?”, “La gente creerá que me estoy robando algo… que pena” Lo mismo sucede con la falta de perdón, tendemos a creer que si perdonamos a una persona que nos ha hecho daño, (aunque ciertamente quien elige si ese daño es real o no, es uno mismo) nuestra familia y nuestros amigos nos señalarán y juzgarán; y todo, porque aparentaríamos ser débiles, nos tildarían de: “pendejos” o inclusive de “sinvergüenzas”.
Lo que ignoramos, es que las personas reaccionan y actúan así, porque su egoísmo no les permite ser felices, y por ende, no desean ver felices a los demás. En resumidas cuentas, analizándolo a profundidad, si has actuado de esa manera, es porque tal vez, para ti es más importante lo que digan en tu entorno, que lo que susurra a gritos la consciencia con el poder de tu voz Interior. A esto podríamos llamarlo, falta de identidad.
En tercer lugar, es porque nos lo tomamos personalmente. Jamás podremos saber con certeza si aquello que el otro “nos hizo” fue para dañarnos. Por ello, debemos aprender poco a poco, a leer entre líneas.
He aquí un ejemplo: El otro día, muy temprano y cuando yo más esperaba un saludo amable, un familiar que trabajaba conmigo en el mismo lugar, me expresó airadamente que mi ex esposa no era capaz de contestar su celular, o al menos tenerlo prendido y se marchó al instante. Prácticamente se desquitó conmigo por su situación. Guardé silencio y me pregunté: ¿Qué le habrá pasado? Decidí no entrar en discusión, tan solo sabía que posiblemente, algo había detrás de ese enojo desenfrenado.
En efecto, unas horas más tarde, mi intuición fue confirmada; la noticia de que su señora abuela había sido atropellada por un motociclista llegó a mis oídos. Uno de los Cuatro Acuerdos Toltecas, del Dr. Miguel Ruiz, nos enseña que no debemos tomarnos nada de forma personal; eso permite que la calma aflore y podamos asimilar las situaciones desde otra perspectiva; al negarle al ego la posibilidad de entrar en discusión, es cuando verdaderamente nos ponemos en los zapatos del otro. Aquí nos habremos dado un enorme regalo, no solo para ti, sino también para el otro. Estamos hablando de la Comprensión.
Pasando al cuarto lugar, descubrimos que no se perdona por ignorancia de la ley de la vida. Un curso de Milagros dice, que uno no aprende a perdonar porque le toca, sino porque se es consciente de que conviene hacerlo. ¿Cómo es esto posible? el no perdonar es estar en la posición efecto, y ser efecto, es ser la reacción de víctima de algo, lo que conlleva a nuestro cuerpo a liberar internamente sustancias químicas negativas, las que asesinan nuestro organismo paulatinamente.
Sin temor a equivocarnos, afirmaríamos cuánticamente que el no perdonar es cometer suicidio emocional Inconsciente. En verdad, tenemos ahora la respuesta al por qué está tan elevado el índice de enfermedades, tales como: el cáncer, la osteoporosis, gastritis, envejecimiento prematuro y otras de gran consideración.
Así, que si deseamos ser Causa, lo mejor sería empezar a ser responsables de nuestras emociones. Sabemos que no es fácil, y es por ello mismo, que se hace necesario construir un ladrillo a la vez.
El odio se alimenta de más odio ¿Cómo alimentamos el Corazón? ¿Qué le estamos dando a nuestro cuerpo? Pues como dice Gandhi: “Ojo por ojo y todo el mundo se quedará ciego” .
Finalmente y en quinto lugar está el miedo; Este es uno de los motivos más interesantes; me atrevería a decir que es de los más influyentes, y lo más curioso, es que ese miedo no es a saber si puedes o no perdonar; al contrario, es un miedo a vivir de verdad, a darte una nueva oportunidad.
No es que temamos, que al perdonar, tal vez recogeremos más rencor en contra de esa persona o grupo en especial, porque en realidad, ese temor es a Amar; si, a ver ese maravilloso ser que hay dentro de aquella persona o grupo; aquí es donde la comprensión juega un papel vital, porque es como un resorte que nos impulsa a querer continuar, a seguir adelante; ya que la clave no está en preocuparse por qué decirle al otro a la hora de perdonar, sino en perdonarse a uno mismo, para poder perdonar.
Podrás visitar a siete o más personas para pedir u ofrecerles tu perdón y eso está bien. Sin embargo, si tú internamente no has soltado la carga de piedras, (que se pueden convertir en cálculos biliares o renales) jamás serás libre.
Hace un tiempo, no mucho de hecho, un anciano de aproximadamente 75 años me miró fijamente y con el corazón palpitando en sus ojos me preguntó: ¿Y cómo perdonamos? Me acerqué maravillado por su humildad, y con mi mano en su pecho y le dije: “Escuchándolo a él, escuchando tu corazón.
Así vencemos al ego, al orgullo y a todo cuanto no deje aflorar en ti, tu verdadero Ser. Tú mereces una nueva oportunidad, tú mereces lo mejor; y eso solo llegará cuando te perdones de Corazón”.
Cuando aprendamos y comprendamos que toda energía liberada (sonrisas, ofensas, abrazos, miradas, etc.) sea positiva o negativa, es como un yoyo que va y viene de nuevo a nosotros, cuando seamos en realidad conscientes de ello, seremos más responsables en nuestra vida con todos los que nos rodean y con las consecuencias de cada acto; seremos en verdad felices, en especial con la persona más importante de este planeta: TU.
Para www.aldesur.com Por: Fánor Iván Benavidez T. Consultor y Coach de Vida