*Carmen, El Virus y la Pobreza Oculta.
Carmen, es del Barrio Popular en Pitalito Huila, su vida es difícil su confinamiento es una mentira, trabaja en un negocio de pollos y su labor es acompañar el sacrificio y limpieza de los mismos en con inequidades laborales para que el producto llegue a la gente.
Ella, como muchos otros viven la mentira del Confinamiento obligado, con la lógica razón, el estado motiva a realizarlo como solución para detener la pandemia, pero olvidando la verdad en la que viven muchos habitantes de los barrios vulnerables de nuestra ciudad y del Mundo. Así muchos viven en los 37 municipios del Huila al igual que en Bogotá, New york o París.
*CARMEN Y SU INFIERNO
Carmen es madre de tres Hijos, Es soltera y sus niños de 7, 10 y 14 años viven junto a ella en un cuarto arrendado en medio de la más precaria situación, Ella sola, los mantiene y los cuida, entre ellos se turnan para cuidar al más chiquillo y hacer la comida cuando mamá está trabajando.
Su familia y hermanos viven igualmente en las mismas condiciones en un barrio por las orillas del rio Magdalena en Neiva, como para pensar que podría recibir el apoyo de ellos; Hoy su vida es un infierno.
Su condición de madre y jefe de un hogar la vive llena de desigualdad, con una alta radicalización de su ambiente en la marginalidad urbana, sí, esa marginalidad que es poco vista por muchos y olvidada por todos.
El barrio Popular sigue siendo uno de los sectores de Pitalito estigmatizado y hoy registra la mayor cantidad de acciones complejas de convivencia y de intranquilidad.
SON INVISIBLES.
La más alta cifra de desempleo y de informalidad se ven por todos lados. Otros barrios ya viven ese mismo drama como el 20 de julio o el San José en Pitalito.
Y sumado a todo esto, en medio de la pandemia de coronavirus, volviendo a Carmen y su entorno, su vida está hoy llena de mayor estrés, siente todos los días el afán por llegar a casa rápidamente desde su trabajo agotador para atender a sus niños, después de estar ocho horas de seguido del que diariamente le pagan 30 mil pesos, sin prestaciones, sin salud y sin ningún tipo de responsabilidades laborales por parte de sus jefes ,como debiera ser, su maltrato en horroroso; cuando llega a casa, no puede saludar a sus hijos hasta que no se bañe bien, y lave lo que lleva puesto, cada día llega con más temor de ser contagiada y contagiar a sus hijos.
Si habla de su precaria situación laboral y exige, seguramente la echan del cargo y ahora más que antes no puede hacerlo.
“Es mejor callar o si no, mis hijos aguantan hambre”; dice con la voz entrecortada, con el miedo que da perder el empleo y no tener comida para sus hijos.
Su vida hoy es un martirio … “me he vuelto una zombi debido a lo complejo que se ha convertido atender a mis hijos en medio del encierro total y con un salario que no me alcanza, y con los niños sin poder enviarlos a la escuela, lo poco que se gana alcanza solo para comer”.
«Es como si la vida de los pobres no fuera vista por nadie y no tuviera algún valor” insiste.
EL CONFINAMIENTO QUE TODOS NO PUEDEN.
Y claro el confinamiento es necesario para frenar la pandemia actual, evidentemente. Pero en la realidad de Carmen no corresponde a la realidad de la gente en los barrios pobres.
Carmen no tiene casa, Carmen no tiene donde refugiarse dignamente. Y no tiene todo lo que muchos hacen en la comodidad de fincas o casas de habitación en una pandemia o un desastre natural.
En los barrios pobres como el de Carmen, no existe para nada la tranquilidad de estar en confinamiento. En muchos casos existe una realidad rodeada de condiciones de salud nada satisfactorias, pero no solo eso. En este tipo de barrios y comunas, hay casas y viviendas si podemos llamar así, en las que viven cuatro o cinco personas por habitación, por ejemplo.
También hay domicilios que no son ni mínimamente habitables, en las que no puedes quedarte todo el día, porque prácticamente el espacio no se presta para ello por el confinamiento como le ocurre a Carmen que vive en dos habitaciones de escasos 4 metros un baño y mini cocina sin alberca ni lavamanos, ni ventanas.
Eso que tanto se exige y se pide que se respete en no salir de la casa es lo que no vemos en barrios que como el de Carmen el problema del confinamiento es una especie de mentira y hacerlo es condenarla al hambre.
Esa idea de que todos estamos confinados, lo cual no es cierto, para ella, es difícil.
ELLOS SIGUEN TRABAJANDO
En los barrios de escasos recursos, como estos, existe todavía mucha gente que sigue trabajando. Los obreros siguen yendo a las ocupaciones, sus jefes siguen promoviendo la labor porque algunas construcciones siguen abiertas. Los cajeros de bancos y empresas continúan yendo a sus trabajos, porque los supermercados siguen abiertos. Lo mismo pasa con muchos guardas de seguridad y mujeres que hacen el aseo o simplemente deben ir a trabajar para poder sobrevivir y llevar alimento a una comunidad con productos como el pollo, el mismo que deja limpio Carmen para que disfruten en la comodidad del confinamiento muchos en sus casas, mientras ella Carmen trabaja duro en condiciones precarias para así en medio de la pandemia poder alimentar a sus hijos.
La suma de todo esto es dramático. Mientras Colombia se encuentra paralizado, las calles de Pitalito y en un barrio en especial de clase trabajadora, continúan casi tan llenas como de costumbre, la gente debe rebuscarse.
¿cómo se vive el confinamiento en uno de los barrios más pobres de Pitalito? lo has pensado o en Bogotá o en Cali.
Es muy complejo, por supuesto. Muy difícil porque la experiencia del aislamiento ya es difícil de por sí, pero también porque algunas personas deben continuar trabajando bajo condiciones que no las protegen y porque muchos han perdido sus trabajos.
Tenemos trabajadores a los que se les paga por su jornada laboral, a menudo acciones bajo la mesa, es decir sin declararlo, y de repente, de un día para otro, perdieron su fuente de ingresos.
La experiencia del confinamiento es extremadamente difícil, porque para algunos puede significar volver a la calle.
¿Cómo le dices a Carmen que haga teletrabajo?
Así como en Pitalito existen muchas Cármenes sin hogar, desfavorecidos, pagando arriendo en cuartuchos y casi a la intemperie, para ellos no se ha elaborado ningún plan, para atender a esta gente, su vida es un drama que no se muestra en la noticias ni en el debate desde lo público en el País.
Escuchamos actualmente muchas opiniones discriminatorias y clasistas sobre la imposibilidad que tienen los humildes o los hijos de los pobres en cumplir con las normas de confinamiento, ¿entendemos su mundo, su situación?. Hablar es facil…
Esto es simplemente humillante porque niega e ignora la realidad y los problemas de los barrios pobres en cualquier ciudad.
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Las señoras que hacen aseo en los hospitales, los camilleros, algunos enfermeros, por ejemplo, a menudo viven en barrios como el Popular. Son ellos y ellas quienes se ponen en peligro para curar a la población, lo mismo pasa con las cajeras y con los repartidores de servicios o la gente que trabaja transportando productos.
Y muchos han abandonado la ciudad para refugiarse en sus fincas en el campo. Eso es algo que los pobres no se pueden permitir y es allí es donde el estado y todos debemos actuar.
¿Entonces con cuáles ojos estas mirando la pandemia en los pobres? Existe una realidad que no es tomada en cuenta ni por el Estado, ni por el derecho desde lo público. Y esto se traduce en tiranía. Es decir que la única respuesta del Estado y el derecho público ha sido más presencia policial, opresión y, a veces, hasta violencia. Carmen no entiende de esto, ella quiere dignidad.
El confinamiento exigido entonces es un lujo sin dudas, pero lo claro es que al entender que debe ser una prioridad para salvar vidas; no vemos, que no todos somos iguales frente a esta medida, Carmen es diferente.
Y así le pasa a muchos, entre aquellos que deben continuar trabajando, o los que no se confinan o no pueden confinarse porque su forma de vida no corresponde a las normas que el confinamiento exige.
Eso es algo que los pobres no se pueden permitir y los estados deben entender. Por tal razón el confinamiento es más difícil en países como el nuestro, que una gran mayoría de la población vive de la economía informal y hoy muchos están vendiendo en la calle.
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¿El gobierno exige a los pobres que hagan teletrabajo, si pueden?
Es como si se hablara en un idioma diferente. No se traduce en el día a día de mucha gente como Carmen.
Sí, Claro que Sí… el coronavirus quita la vida, pero el hambre mata a ciencia cierta.
La gente muere porque las circunstancias les obligan a continuar trabajando. Esto genera miedo y rabia a la vez, porque muchos se sienten abandonados. Es como si la vida de los pobres no tuviera ningún valor. Carmen aún espera una respuesta.
Así muchos más existen en medio de la pandemia, sus trabajos han parado; la esposa que estaba en casa lo sigue haciendo con dedicación de sus labores de hogar como siempre, cuidando a sus hijos y el esposo que tenía un pequeño negocio que le permitía el Ingreso para todos ya no lo tiene y sus recursos se agotaron y las complicaciones en las familias crecen.
Los hijos están a la espera siempre de un plato de Comida y los conflictos en silencio comienzan también a generar otra crisis dentro de la familia. Nadie dice nada de esta pobreza oculta y de los problemas que allí se viven en medio del desespero y hambre.
Por; Álvaro Pérez Pérez
Campesino; Docente Catedrático, Contador Público, y reportero de batallas de la gente Humilde.
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