Cualquiera que sea el motivo de discusión entre mandatarios territoriales ninguno, por más difícil que sea o que lo parezca, podría estar por encima de la unión de las comunidades que los integran.

Ninguna motivación de discordia entre estos ni siquiera aquella que, según ellos, se sustente en que sus acciones pretenden las más altas finalidades nobles o que afirmen que son las únicas que están ajustadas a la Ley alcanzarían para justificar una situación de desavenencias, a todas luces insostenible e inconveniente para las comunidades, toda vez que se requiere, a grito entero, de la mancomunión de esfuerzos y de recursos, máxime cuando se atraviesa una etapa de crisis que afecta grandemente a todos y que, por lo mismo, demanda de los mandatarios el mayor equilibrio emocional para actuar debidamente y tomar las mejores decisiones en su gobierno.Terminal de Pitalito.

Así, es claro que prevalece el interés general, traducido en el mejoramiento de la calidad de vida y del bienestar de las comunidades. Ahora, lo que sí haría sumamente grave esta situación es que fuera  repetitiva y obstinada hasta el punto de poner realmente en riesgo la salud y la vida de los pobladores o la convivencia pacífica o la pérdida de oportunidades y recursos para  lograr el progreso y el desarrollo comunitario.  Pero no siendo así, sino más bien, que se trate de algún altercado imprevisto, sin un trasfondo grave que lo que explique, pues es lógico que a los gobernantes les acarrea el deber moral  de superar las diferencias, desde luego, con total franqueza, compromiso y prontitud.

En ese sentido, bueno es recordar que las dificultades y problemas que se suscitan  en la vida diaria de las personas en razón a la falta de una comunicación efectiva entre ellas,  trascienden la esfera del individuo, para materializarse, también, en la esfera de lo social y, por tanto, es natural que se cristalicen en el ámbito administrativo, de lo cual no llama a extrañeza; total, el ser humano es el mismo en cualquier parte y contexto. Disentir, enojarse, exagerar y, en fin, todo aquello propio de la naturaleza humana cuando se pierden los estribos no desaparece por el sólo hecho de ocupar un cargo, un empleo. Y, todavía menos cuando la conducta desentonada del funcionario se pudiese enmarcar en estados de extrema fatiga física y mental, ansiedad y desesperación originadas en la multitud de obligaciones para atender con insuficientes recursos y la impotencia de encarar una enfermedad que le arrebata la vida a sus conciudadanos, a quienes concibe como sus protegidos, como su propia familia.

Por lo expuesto, resulta un error craso subestimar la auténtica valía de las dificultades que la vida nos depara y, por lo contrario, sobredimensionar los errores propios o ajenos. Estas,  no son más que el endurecimiento de la arcilla de la que estamos hechos. De este modo, se erigen como oportunidades para la reflexión y la autocrítica de nuestro comportamiento y, por consiguiente, para corregir y mejorar para que no se repitan, para vencer nuestros propios miedos y defectos.

No obstante, las circunstancias reclaman que los gobernantes tomen las medidas y determinaciones que sean necesarias para que las administraciones sean una sóla en el propósito de enfrentar los retos presentes y futuros que, sin duda alguna, deben apuntar hacia la consolidación de territorios prósperos, cimentados en postulados democráticos y de hermandad histórica.

 Timaná, Huila, 03 de mayo de 2020.

Por Manuel Salvador Molina Hurtado

Ex Personero Municipal de Timaná

Ex Consejero Departamental de Paz del Huila

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