En La Jagua, uno de los pueblos más antiguos del Huila, las excavaciones realizadas, por parte de la Central Hidroeléctrica de El Quimbo, para la construcción de lagunas de oxidación (utilizadas en el tratamiento de aguas residuales), sacaron a la luz 420 tumbas, cuyo estudio sirve para comprender cómo vivieron los antiguos pobladores del sur del Alto Magdalena.

La investigación, adelantada por antropólogos de la Universidad Nacional de Colombia (UN), abre por primera vez una puerta al conocimiento sobre el modo de vida de las comunidades que habitaron esa región hace 3.000 a 500 años. Además, forma parte de un proyecto de arqueología preventiva –resultado de un convenio con la empresa Emgesa–, con el fin de mitigar el impacto de la realización de obras sobre el patrimonio arqueológico nacional.

Aunque el proyecto inició hace cinco años, solo en abril de 2013 excavaron la primera tumba, y los últimos restos de los enterramientos se extrajeron en abril del presente año.

Las tumbas, explica el profesor José Vicente Rodríguez de la UN, eran montículos de piedra triangulares y circulares, la mayoría con una profundidad de dos metros aproximadamente.

De qué murieron, qué enfermedades padecieron o el impacto del cambio social en sus condiciones de vida son hasta el momento algunos de los hallazgos realizados a través de procedimientos bioarqueológicos (estudio del comportamiento de las sociedades del pasado a partir de sus restos óseos y dentales), que permitieron
–con el apoyo de la Facultad de Artes de la UN– restaurar el rostro de un individuo del sitio Llanos de la Virgen.

La periostitis y la alteración volumétrica (forma en sable) de algunas tibias y peronés son evidencias de la existencia de treponematosis, una enfermedad infe-
cciosa tipo yaws, cuya existencia se ha reportado en otros sitios arqueológicos de América prehispánica.

Esperanza de vida de 26 años

Según los estudios craneométricos comparativos (para identificar características craneales entre distintas razas), los agustinianos eran parecidos a los muiscas, población no muy robusta, y al igual que ellos fueron agricultores.

Los restos maxilofaciales revelan que la mayoría de los “opitas” antiguos padecieron de enfermedad periodontal, es decir, inflamación en las encías, también presentaban defectos del esmalte por estrés nutricional, durante el destete de los niños entre los 3 y 4 años de edad. Otra de las afecciones dentales más frecuentes fue la caries, que padecieron el 20 % de los individuos.

El análisis realizado a los objetos encontrados en las tumbas ha permitido concluir que estos pobladores, aunque habitaron muy cerca del río Magdalena, fueron esencialmente vegetarianos. Así lo constatan las vasijas y los elementos de moliendas en las tumbas, como los ‘metates’ (piedra rectangular ligeramente cóncava para macerar granos) y las ‘manos de moler’ (la piedra para macerar).

El profesor Rodríguez señala que se hallaron restos de conejo, curí, ratón y serpientes, relacionados con rituales, esto indica que los animales formaban parte de las ofrendas que realizaban a los muertos.

Las pruebas realizadas han servido para determinar el promedio de estatura, el cual en los hombres era de 1,59 m y de 1,48 m en las mujeres; igualmente, la esperanza de vida en la región era de 26 años. No obstante, encontraron los restos de dos personas cuya edad se aproxima a los 50 años, edad de vejez en ese tiempo.

Uno de los restos evidenció que esta persona sufrió un desorden metabólico conocido como síndrome oculo–facio–cardio–dental (OFCD), que se manifiesta en raíces dentales muy grandes (radiculomegalia) y en asimetría facial y ocular. En el mundo solamente se han reportado 21 casos contemporáneos, por lo que este caso sería el primero en tiempos prehispánicos.

Sin embargo, en condiciones normales, esta debe estar completamente cerrada hacia los dos años, y cuando pasa de ese tiempo puede generar problemas de comportamiento. Esta anomalía, presente en menos del 5 % de la población mundial, la padeció un niño que alcanzó los ocho años de edad.

No eran violentos

En cuanto al comportamiento social, aunque en las tumbas se hallaron artefactos de molienda, que pueden ser usados como arma, el porcentaje de traumas fue de apenas el 10 %. “Esto contradice los relatos de los cronistas del siglo XVI, quienes afirmaban que esta población era violenta”, señala el profesor Rodríguez.

Los análisis de los restos confirman que en la región pudieron haber vivido cerca de 10 familias por siglo, cada una en promedio de cinco integrantes, aunque se pensaba que el valle cálido del río Magdalena era una zona inhabitable por ser calurosa e inhóspita.

También, durante las excavaciones se encontraron restos de animales extintos, lo cual “podría indicar que la gente convivió con ellos antes de su extinción”, sostiene el antropólogo.

Un caparazón aparentemente de un armadillo gigante (Gliptodonte), de 1,70 metros, da cuenta de ello. Al parecer, añade el investigador, los pobladores utilizaron esta pieza como recipiente. Hallazgos de restos de megaterio (perezoso gigante), por ejemplo, ya se realizaron en otros momentos en el Desierto de La Tatacoa y reposan en el Museo Paleontológico de Villavieja (Huila).

Por el momento, aunque los restos son patrimonio de la Nación, la Universidad Nacional de Colombia adelantará un proceso de solicitud de custodia, con el fin de continuar las investigaciones especializadas, además que requieren de un almacenamiento y cuidado adecuado, en condiciones de temperatura y humedad que faciliten el acceso a la comunidad científica.

Fuentes,  Por: Héctor Veloza Cano, Unimedios Bogotá  Edición: UN Periódico Impreso No. 199

 

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