El próximo 8 de febrero se cumplen 30 años del fatídico día en que el exmilitante del M-19, tras asistir a un entierro en San Agustín, no regresó nunca a su casa.

Aunque no nació en Pitalito, porque hizo parte de la famosa migración de finales de los años cincuenta de nariñenses y caucanos que llegaron a estas tierras y se quedaron para siempre, Armando Narváez Martínez, el Pastuso, como le decían sus amigos de la época, fue un hombre ampliamente conocido en el Valle de Laboyos, por las dos facetas que marcaron su vida en esta ciudad: la de comerciante y la de dirigente político de izquierda.

La misteriosa desaparición del Pastuso, hace 30 años, fue atribuida a un peligroso escuadrón de la muerte que a mediados de los años 80 operó en Pitalito y cuyo objetivo era el exterminio de las personas señaladas de militar o apoyar movimientos de izquierda como el M-19 y la Unión Patriótica.

Entre los sobrevivientes de este criminal escuadrón figuraron el exconcejal y ex docente de Pitalito, Meyer Rivas, quien tras el atentado quedó reducido a una silla de ruedas y después se marchó a su encuentro en el seguro espacio de los luchadores en el infinito, en 2014 partió de este planeta.
Narváez

El Pastuso, oriundo de la Unión, Nariño, contrajo nupcias con Florecita Galindez, la propietaria hoy de la hostería Ullumbe. En los inicios de esta relación matrimonial, Armando con el apoyo de su esposa se dedicaba a la comercialización de zapatos, negocio próspero en los años 60 del siglo pasado en Pitalito.

Dada la prosperidad del negocio de la venta de zapatos, muy pronto la pareja, fundó la primera cacharrería de remates que tuvo Pitalito, donde a precios populares se conseguía desde un alfiler hasta una elegante minifalda que las damas laboyanas exhibían en las rumbas de la época que por lo regular, eran a puerta cerrada, en las casas coloniales de los años 50.

La cacharrería

El negocio de los Narváez  Galindez, funcionó durante muchos años en una céntrica esquina de Pitalito, y aunque su nombre era cacharrería la Venta, todo mundo la conocía como la “cacharrería del Pastuso” y era inclusive un buen referente para ubicar direcciones contiguas.

Armando, desde su llegada a Pitalito, se unió a las tertulias políticas que se organizaban en diferentes partes del municipio entre ellas en las bancas del parque José Hilario López, donde con su acento pastuso, exponía sus tesis inminentemente de izquierda, con acentuadas críticas a los gobiernos de turno.

 
«Felipe Narvaez ·

Mí padre era un hombre que le gustaba compartir con todos lo que tenía. Un bello recuerdo: él fue de los primeros que disfrutó de la TV a color o en blanco y negro, no recuerdo bien el marco tecnológico del cambio, en Pitalito. No lo quería disfrutar solo, entonces, coloco el TV nuevo en el parque central José Hilario Lopez, para que todos los laboyanos lo disfrutaran»
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Seguidor de López Michelsen

Fue uno de los primeros seguidores que tuvo en el Valle de Laboyos, el expresidente Alfonso López Michelsen, cuando fundó el famoso Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) a principios de 1964, en pleno apogeo del gobierno del payanés Guillermo León Valencia, segundo presidente del nefasto Frente Nacional.

Tras desencantarse de las volteretas del MRL, el pastuso recaló para las elecciones del 70, en la Unión Nacional de Oposición (UNO) partido de tendencia comunista que en esas elecciones logró varias curules en concejos y asambleas de varios municipios y departamentos de Colombia.

Aunque nunca hubo una prueba que lo demostrará, el Pastuso Narváez, a principios de los 80, fue capturado, torturado y encarcelado; señalado de pertenecer a un comando armado del M-19 en Pitalito.

Bajo la temeraria sindicación de subversivo, el Pastuso estuvo preso durante seis meses y tras recuperar su libertad, Amnistía Internacional logró sacarlo del país y conseguirle asilo en Francia, bajo el rótulo de perseguido político.

“Fue un año muy duro para mi padre. Yo, lo acompañé durante todo el tiempo que estuvo exiliado en la ciudad luz, donde a pesar de la exuberancia, del significado histórico de la ciudad Europea y de la gran cantidad de exiliados de todo el mundo que habían en esa época en París, mi padre extrañaba mucho a Colombia, y especialmente a Pitalito, su tierra adoptiva”, dice su hijo Felipe Narváez Galíndez, sociólogo egresado de la Universidad del Valle, con postgrado en la Complutense de Madrid, alumno aventajado de Estanislao Zuleta y quien se desempeñó como asesor de paz en el Huila, en el gobierno de Jaime Bravo Motta.

La desaparición

Tras su regreso a Colombia, el Pastuso prosiguió dedicado a sus actividades comerciales, hasta que el fatídico 8 de febrero de 1987, a sus 52 años de edad, Armando Narváez Martínez, desapareció para siempre sin que su familia, a pesar de la intensa búsqueda que del líder político hiciera tanto en el Huila como en Colombia, obtuviera rastro alguno.

“El día de su desaparición mi padre partió a bordo de su tradicional motocicleta inicialmente rumbo a San Agustín, donde asistió al entierro del padre de su entrañable amigo el médico Chávez y tras las exequias donde fue visto por última vez por todos los asistentes, emprendió viaje a Guadalupe, donde tenía una cita de negocios a la que nunca llegó”.

“Durante estos 30 años los hemos buscado, hemos indagado incansablemente por su suerte y no hemos obtenido una sola respuesta que nos indique con claridad que pasó con nuestro padre, a quien no le perdonaron en este país de intolerantes el derecho a controvertir, a cuestionar a divulgar las grandes injusticias sociales que el Estado y la elite cometen a diario”, apostilló Felipe, el primogénito del Pastuso.

Luis Felipe Narváez Galindez es sociólogo de la Universidad del Valle especialista con un magister en Marketing Político en la UAB. Docente virtual y presencial en la UNAD y la SURCOLOMBIANA y asesor de varios procesos culturales virtuales en la zona sur del pais, conferencista en temas de resolución de conflictos y marketing Político.

Fuentes; GUILLERMO LEÓN SAMBONÍ, Diario del Huila, Garzón
Texto actualizado Por Aldeasur.com

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