La razón, una herramienta fundamental de nuestra mente para poder discernir, analizar y estructurar los conocimientos que adquirimos, ha sido una gran ayuda en este caminar del ser humano, que avanza lentamente hacia el encuentro consigo mismo. Cabe recalcar, que siendo una herramienta, lamentablemente ha sido convertida en un condicionamiento que solo analiza conceptos, lanzando prejuicios sobre nosotros mismos y sobre los demás. Cuando entablamos una conversación, normalmente estamos pendientes de cualquier error o expresión, que no encaje con nuestros preceptos adquiridos desde la infancia y, por lo tanto, un roce o discusión no se hace esperar, alentados por el ego que comanda impunemente el accionar reptil de cada persona y todo porque uno mismo no se da la oportunidad de ir más allá, de salir de la zona de confort de conocimiento, adentrarnos en los socavones flecos de nuestro pensamiento, que ha esperado por muchos años a que, como lavadores, pasemos cepillo, jabón y agua hasta que estemos limpios y así tener lucidez a la hora de actuar; poder accionar antes que reaccionar.

Todos y cada uno de nosotros tenemos fantasmas, sombras a las que tememos o culpamos por las cosas que nos suceden. La posición efecto es siempre la más dañina para nuestro avance. Señalar, acusar, culpar a otros por las cosas que nos suceden, es lo más fácil que puede hacer el ser humano para justificar lo que hizo, hace o dejó de hacer. Hasta que cada uno no asuma la responsabilidad de sus propios actos, hasta que cada uno enfrente sus propios miedos, la situación no cambiará.

Podrá cambiar el lugar y los personajes, te podrás ir a otra ciudad o país, pero las situaciones te perseguirán, porque los retos personales no están en el lugar que vives, ellos viven en tu mente, arraigados como caminos neuronales obsoletos, llenos de moho; por eso, es posible que seas un adolescente o ya hayas salido de esa etapa, pero en realidad eres un hombre viejo, encorvado mentalmente, porque no te has dado la oportunidad de romper tu rutina; mientras tanto, seguirás culpando a otros para tener la razón, para ensimismarte de tal manera en tu egoísmo de víctima, que así podrás producir la lástima necesaria para seguir chantajeando emocionalmente, a las personas que más te aman.

Lo más triste es que, aunque parezca productivo el llegar a tener esta conducta, en realidad has abierto las puertas del inframundo, donde la pereza, la culpa, el abatimiento y la depresión, van ganando terreno hasta que la palabra suicidio aparece en tu cabeza, como un ramo de flores negras preparando tu funeral, porque es lo único que eres capaz de escuchar en ese momento; aun así, una luz de esperanza se dibuja en el horizonte, pero eso solo ocurrirá cuando tomes responsabilidad de tu vida, de tus acciones, de tus decisiones, de tus elecciones, porque al fin y al cabo, todo siempre dependerá de ti y de nadie más.

Empezar a convertirse en un zombie-víctima, es más fácil de lo que parece. Cuando vivimos nuestra vida aparentando lo que no somos, cabizbajos, cuando nos frustramos por no usar la ropa de marca que otros usan, cuando vemos que los demás ocupan cargos de “gran importancia” y nosotros solo tenemos un trabajo pequeño. Cuando queremos agradar a otros, cuando ponemos y centramos nuestra felicidad en otra persona, cuando vivimos a través de sus sueños y no de los nuestros, cuando no expresamos lo que sentimos y nos tornamos serviles, cuando nos importa el qué dirán y dejamos que otros tomen decisiones para nuestra vida, en vez de ser nosotros mismos los artífices de nuestro propio futuro. Lo que en realidad importa y de lo que obviamos fácilmente, es que somos nosotros los actores principales, los protagonistas, guionistas y directores de nuestra propia película. Así que pregúntate ¿quieres ganar un Oscar o tan solo asistir a la gala de premios?

El gran error es pensar que las cosas deben ser fáciles. Muchas personas fracasan en su intento de lograr sus sueños, porque esperan que el camino esté abierto de par en par, con un tapete de rosas blancas y con personas que con palmitas los acicalen mientras pasan, pero en realidad no es así. El camino se hace dejando huella a medida que se avanza, se hace camino al andar como lo dice una conocida canción; de igual forma nos enseña Gandhi que no es el resultado lo que importa.

Muchos renuncian a sus sueños porque no ven de inmediato el resultado final, pero, el punto es que tu sueño debe vivirse a cada momento, a cada paso por insignificante que creas que es; esto es muy pero muy importante, debes celebrar cada logro, por pequeño que parezca, cada lugar al cual eres llevado por causa de ese sueño, es el sueño en sí mismo. Imagina por un momento una mesa. El carpintero siempre la tuvo en su mente antes de empezar a armarla, él la visualizó con el amor de saber que ese mueble sería para un hogar y serviría de mucha utilidad: para hacer tareas, compartir en familia, leer un buen libro y por qué no, hasta para reflexionar. Ahora bien, piensa y siente por un momento como cada vez que lijaba, cortaba y alistaba cada parte, se emocionaba más porque estaba más cerca de su objetivo, ¡es feliz haciéndolo! Ya que sabe que en cualquier momento la tendrá completamente armada y habrá una gran satisfacción personal. Luego, armará otra mesa o silla, o armario, es decir que continuará con sus sueños, porque estos son infinitos y producen felicidad.

Mi profesor de física nos decía: “…prepárense, porque la vida es dura” y yo, para mis adentros decía que él era muy exagerado. La verdad es que sí. No era tan fácil como yo creía. La vida empezó a darme lecciones que poco a poco fui comprendiendo. Soy consciente de que no es igual en todos los casos, algunos pasan por situaciones más retantes que otros, pero independientemente de eso, siempre hay una característica para todos y es el hecho de elegir, de elegir qué visualizamos, dónde queremos estar, qué queremos para nuestras vidas; por esa misma razón, es que no hay ningún tipo de excusa para estar viendo hacia afuera de nuestra situación, porque es la mejor forma en como amarrarás tus pies para nunca más salir del lugar en donde estás.

La clave está en avanzar y resistir, caminar y persistir. Muchos se niegan a hacerlo porque están en medio de un dolor o de una situación personal muy agobiante, pero ese es el problema, solo los pusilánimes apelan a este tipo de razones para no avanzar, la vida golpeará y muy fuerte, sin embargo recuerda, no es el universo vengándose de ti, son los efectos de las decisiones que has tomado y, en ocasiones, son los resultados sobre aspectos de nuestra vida de los cuales no podemos tener el control. Resistirse a lo que es y no aceptarlo es sinónimo de sufrimiento y dolor, de que tus energías sean drenadas hasta el punto que te invadirá la anhedonia, estado psico-emocional en el que pierdes la capacidad de alegrarte por cada logro que consigas, por insignificante que parezca.

Tú no eres un pusilánime, y si tus acciones te están convirtiendo en uno, despierta; recuerda el ser maravilloso que eres, que el universo está condensado en ti y que palpita como una galaxia en tu corazón. Eres alguien muy importante, y no debes estar esperando a que otros te lo digan para que salgas a buscar lo que mereces, dado que si el cosmos brilla de una forma tan inconmensurable, así mismo debes brillar tú. Se tú mismo, no permitas que otros opaquen tu luz a través del miedo o el chantaje, enciende la luz de tu corazón, es por eso que en la película Linterna Verde se nos entrega ese código, solo para quienes tienen los ojos y oídos bien abiertos.

La Interna Verdad, eso es Linterna Verde; solo el pulsar de tu corazón es el guía de tu vida, siéntelo y déjate llevar por él; te mostrará el camino a tus sueños, no esperes a que otros crean en ti, ten fe en ti mismo, activando tu voluntad para vencer el miedo, y lo imposible se hará visible a los ojos de tu corazón. Sigamos el ejemplo del Avatar de avatares, Jesús el Cristo, quien no resucitó para quedarse en su tumba, sino para salir a la luz y mostrar su magnánimo esplendor a todo aquel que lo viera. Libérate de la esclavitud de tu mente y comienza a volar con alas propias.

La clave está en que si la marea está alta, aprovecho las olas para surfear, si está lloviendo, abro el paraguas y sigo caminando, si hace mucho sol, me pongo un sombrero y sigo trabajando. Eres una orquesta sinfónica de las más hermosas que se hayan sembrado en el planeta tierra, por favor, no te rindas sin que antes las personas podamos disfrutar de tu armonía, de tu melodía y del dulce sabor de escuchar tan agradable música, la música de tus sueños, los que con cada acción pueden cambiar el mundo, el pensamiento y vidas enteras, haciendo de este planeta el lugar que siempre hemos soñado.

Columnista invitado  www.aldeasur.com Fotgrafia; www.creerenuno.com

Fánor Iván Benavidez 

Consultor y Coach de Vida

fanor

 

siguenos 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *