Pitalito, una tierra con aroma y sabor de café y guayaba

Este municipio del Huila es dueño de una caficultura de gran tamaño, a tal punto que se afianzó como el primer municipio productor del bebestible en Colombia. Algunos ya le dicen el nuevo “Eje Cafetero” porque no solo es abundante su grano sino inmensa su calidad. Una charla con don Eliecer.

En el sur occidente de Colombia, en unas estribaciones conformadas por el vértice que conforma las cordilleras central y oriental está ubicada la hermosa población de Pitalito, una joya al sur del departamento del Huila. Esta ciudad de 150.000 habitantes es la de mayor producción de café en Colombia y tiene la particularidad que no solo vende generosos volúmenes de grano sino una calidad de café suave y excelso que le ha significado ser “Taza de Oro”.

“El Valle de los Laboyos”, como también se le conoce, es el otro Eje Cafetero de Colombia, pues con el tiempo los caficultores se dieron cuenta que el negocio era viable sobre pilares de buenas prácticas agrícolas y trabajando muy de la mano con la Federación Nacional de Cafeteros. En Pitalito la calidad es prioridad, pero Dios bendijo esa tierra que mana el mejor café de Colombia y del mundo en la línea de suaves arábigos.

Pitalito fue creada para regalarle al mundo los paisajes más bellos pues aparte de contar con el Valle que tiene vecindad con el Río Grande de la Magdalena, posee unos suelos fértiles y bondadosos de los que brotan, aparte de café, frutas, plátano y pasto que le permite tener un inmejorable rebaño de bovinos. No menos importante es la cría de especies menores y aves de corral.

Pitalito, ese Valle próspero y rico bañado por las aguas del Magdalena, así como de los ríos Guachicos y Guarapas es una tierra muy productiva y atractiva, en su potencial acuífero está la laguna de Guaitipán y de todo ese entorno verde se escapa una fragancia muy exquisita y espiritual, es el olor de la guayaba que brota aún sin que se le cultive, esta tierra es una gran productora de la base sagrada del dulce bocadillo.

La puerta de entrada al Macizo Colombiano, conecta al centro del país con el sur, no en vano le dicen la “Estrella Vial del Surcolombiano” y tiene cercanía con el Putumayo y el departamento del Cauca. Es una zona estratégica que interconecta al país.

Valle de riqueza y de amor por los caballos, es Pitalito una zona de crianza de esbeltos corceles que hacen música con cada paso que dan en el gris del pavimento. Tierra del barro indígena y de la cerámica, de las vasijas laboyanas que fueron evolucionando hasta darle forma a seres humanos, a campesinos y buses escalera más conocidos como “chivas”. Este municipio tiene un potencial artesanal muy grande y por ello es un destino obligado de visita porque además de sus cualidades en suelos y productividad, hay una calidad humana que sobrepasa los límites de la generosidad, de la amabilidad y del aprecio por el forastero.

Un ejemplo de caficultura y vida campesina, es el señor, Eliecer Rojas, un caficultor de 75 años que nació y creció entre cafetos e historias maravillosas de duendes y espantos, del Poira, del Mohán, La Llorona, la Pata Sola y la Madre Monte.

Ese hombre amable, buena persona, con mirada noble y protegida por unos anteojos, hala la solapa de su chaqueta, luego acomoda hacia abajo y apretujando con los dedos índice y pulgar el sombrero blanco de cinta negra para darle una posición de comodidad y poder dialogar.

Los años no los esconde, su pelo es blanco y abundante al igual que su bigote, esa nieve de los años fue llegando y hoy es un patrimonio campesino que vio lo bueno y lo malo del campo, fue el típico personaje que corrió por valles y montañas con su familia para sobrevivir al fenómeno de la violencia, pero también es el mismo que supo amar la tierra, que valoró las actividades agrícolas y que hoy le regala a la vida una querendona sonrisa.

Al entrelazar sus manos y luego frotarlas para abrigarlas y sacarles el frío de la mañana de lluvia, don Eliecer asegura en Diariolaeconomia.com que las visitas del gobierno, del ministro de Agricultura, del gerente del ICA y de toda la plana mayor del gobierno en el área rural es algo muy importante porque actualizan y orientan al caficultor, especialmente al de Pitalito que producen nada más y nada menos que el mejor café de Colombia.

Este robusto hombre de piel canela, quemada por el sol y curtida con el agua que como regadera cae de las grises nubes, valora hasta más no poder el ejercicio del gobierno que los ayuda y los tiene en cuenta porque para el caso de Pitalito, su caficultura voluminosa está basada en minifundios, es decir las ayudas llegan a unos pequeños caficultores que sostienen miles de familias que van desde recolectores en adelante. Con la actividad cafetera dinámica hay todo un movimiento de comercio y de progreso que gira alrededor del café.

A este labriego la vida no lo trató ni lo trata mal, hizo la tarea bien y por ello tiene 20 hectáreas de tierra sembradas con el aromático y deseado café.

“Esas tierras las tengo repartidas, a los hijos hombres les corresponde 10 hectáreas en café muy tecnificado, muy bien organizado, las otras 10 hectáreas son para mis hijas para que ellas mismas administren y aprendan a manejarlas”, declaró el señor Rojas.

Explicó que los técnicos manejan todo el proceso en sus ya escrituradas tierras del preciado grano y anotó que la cosecha va a un solo beneficiadero, aclarando que en su labor no hay sino un solo patrón para direccionar la caficultura. Por eso, afirmó, Pitalito extrae de la fértil tierra una calidad muy buena de café y por eso a la fecha los productores están vendiendo con tasa de excelencia, es decir más dinero por el bebestible.

De sus 75 años, Eliecer lleva 55 años cultivando café, es decir empezó en el oficio a los 20 años- “Comencé con mi papá y a la vez le enseñé a mis hijos e imagino que ellos les enseñarán a mis nietos tal y como paso conmigo, yo vengo de una familia de tradición cafetera, llevamos siglos en este cultivo teniendo en cuenta que mi abuelo y mis bisabuelo fueron caficultores”, aseguró el cafetero.

Dijo que de ese trabajo empírico todos aprenden, se vuelve un legado y es por eso que de esa experiencia aprenden los técnicos que acopian la sabiduría de los viejos que crecieron con los cafetos.

“Antes, en la época de mi papá no se manejaban abonos y se cultivaba muy diferente, no era como hoy, era arrancando semilla debajo de los cafetales, y cuando se lograba excavar bien salía con el tiempo un verdadero café de calidad, ¡qué belleza de café!. Eso fue hace muchos años; esa era variedad arábigo, el original, después como en el 70 comenzó a salir el Caturra, me acuerdo que nosotros peleábamos por no cambiar el arábigo, porque era de una calidad muy hermosa, hasta que nos convencieron cambiarlo por el caturra; ahora estamos cambiándolo de nuevo porque la plaga lo está matando, lo tiene azotado la roya”, expuso.

Explicó que la nueva variedad de café, el Castillo, es buena, pero aclaró que hay que cambiar algunas técnicas. En el portafolio de la caficultura dijo, está no solo el Castillo Tambo sino el Getchar de buena remuneración toda vez que tiene un precio promedio de 1.6 millones la carga, tipo Federación.

“De ahí en adelante según el manejo de ese café puede valer 2 millones, 2.5 millones, 3 millones, según la calidad, estamos en eso, tenemos 17 meses de sembrado, ya tenemos cafecito, pepitas poquitas, pero vamos a ver puede ser el despegue, toca enseñarle a los nietos para que sigan esa tradición”, manifestó, Eliecer.

La década del setenta fue muy buena

A criterio de este caficultor, la mejor época del café fue en el año 1972 cuando vino una bonanza muy grande. “Nosotros no teníamos carrito, no teníamos nada y en esa época nos daban unos bonos y los fuimos guardando, esas eran las utilidades de la siembra y con eso nos compramos el primer carro y de ahí en adelante todo fue progreso a tal punto que ya tenemos todo mecanizado”.

Si bien Eliecer recuerda la adquisición del primer coche, las mejoras en recolección y todo lo bueno que pasó con el café, también reconoce que el entorno cambió con la caída del Pacto Cafetero en 1989, cuando los productores debieron adoptar otros mecanismos de comercialización, pero con precios por el suelo y con toda una manipulación del mercado por parte de las multinacionales. La dicha pasó y actualmente se siente el rezago por la culminación del conveniente acuerdo de cuotas. “Gracias a Dios tuvimos momentos muy buenos, no pasamos necesidades, pero hoy todo es diferente porque vivimos por vivir, pero los que pudimos hacer algo, los que guardamos ahí estamos”.

Actualmente, julio de 2015, la Federación está pagando la carga a 730.750 pesos, pero como no hay mayores existencias de grano los productores están entregando la carga a un millón de pesos por la calidad, es decir por la taza entregan un millón 18 mil pesos, pero los caficultores como Eliecer consideran que es muy poquito porque apenas reconocen la prima de calidad.

En Colombia y puntualmente en Pitalito que es un referente cafetero, producir una carga de café cuesta en promedio 630 mil o 650 mil pesos, algo casi a la par con la venta y es por eso que el cafetero ya no trabaja con esa medida tradicional sino con base a la calidad. “Si no hay calidad, no hay utilidad, es la razón del cafetero hoy en día”.

Conviviendo con dificultades y cambio climático

El caficultor, Eliecer Rojas, dijo que el clima los ha tenido ocupados y enfrentando todo tipo de situaciones que van desde el cuidado con las plagas que son más y de mayor resistencia hasta el manejo de los ciclos de siembra.

Anotó que por fortuna el campesino en Colombia se amolda a todo y por eso convive con todo tipo de situaciones.

Otro lío son los estados financieros de las fincas, hay mucha dificultad, pero este caficultor de 75 años precisa que ya se formó en la caficultura y ya hizo lo que tenía que hacer, en momentos de dificultad sacó todo adelante y por eso insiste en que en la caficultura se vive por vivir.

“La situación es elemental, no tenemos otro medio de subsistencia sino este, pero hay mucho inconveniente entre otras cosas porque los créditos para uno como productor de café son muy difíciles. Hoy hay miles de medidas y todo lo que se habla no es cierto, no nos digamos mentiras, allá en Bogotá salen con puros cuentos y eso es lo que precisamente no queremos aceptar”, sostuvo.

Una historia bonita

Rojas nació en el cálido municipio de Tarqui en el sur occidente del Huila, allá su señor padre le enseñó a él y a sus hermanos a ser cafeteros. Su corazón fue de una sola mujer, la misma con quien contrajo matrimonio y le dio nueve hijos.

En ese sentido la vida también premió a Eliecer porque su compañera de toda la vida aún lo acompaña.

Este buen hombre es un trabajador incansable, en un tiempo se dedicó a la producción de plátano, yuca, frijol, maíz y cultivos rotatorios con lo cual ganó algo de dinero o se alimentó porque esa siembra, expresa, no da para pagar una deuda, eso solo es posible con café.

Los malos recuerdos

Después de la caída del Pacto Cafetero se vino una situación terriblemente difícil para los caficultores, los precios se desplomaron y el entorno cambió tajantemente, se pasó de la fiesta al guayabo negro más onírico.

“Luego de todo, del anuncio y las inmediatas consecuencias, en 1992 hubo una crisis cafetera supremamente grande porque que se fue todo a pique, nosotros en lugar de soltar la pelota, sembramos más y dijimos, esto tiene que pasar, pero a punta de golpes y totazos de la vida aprendimos que ya nada era igual y que estábamos en serios problemas”, evocó Eliecer con una mirada pérdida y pensativa, como si el tiempo lo hubiese llevado al avinagrado momento.

La realidad era oscura muchos se fueron a la quiebra, otros acabaron con el cultivo de café y se dedicaron a sembrar pasto o cambiaron la actividad económica.

Los más optimistas seguían con la consigna de que la situación tenía que cambiar, en ese plan duraron dos o tres años y fue cuando resurgió el negocio, se rehízo de sus cenizas como el Ave Fénix, volvió súbitamente y los que acabaron con los cafetales quedaron en nada. Eliecer y sus amigos del credo y la fe retomaron la actividad cafetera. “Nuestra lucha ha sido toda la vida en el café”.

En la vida de Eliecer Rojas, la nostalgia tiene un espacio considerable porque se acuerda de los fracasos, pero con la gran lección que todos en la vida tienen. Según este productor, el café es una bendición de Dios.

Aseveró que la actividad cafetera tiene sus más y sus menos, porque hay épocas, hay temporadas, hay crisis y miles de cosas que pasan pero aconsejó siempre seguir adelante, no declinar porque si una persona está vigente en una cosa determinada, tiene que seguir con esa vigencia, no puede soltar o abandonar el barco.

En la transición del café, Rojas vio muchas circunstancias lamentables y dolorosas como lo fue la banca rota de muchos caficultores que pasaron de la opulencia a la miseria.

“Si claro, vi mucha gente que tuvo mucho más que uno, que se metía con ganado, en una cosa y la otra, otros cambiaron de actividad económica. Muchos acabaron de tajo con sus cultivos porque les pagaban. En una época remuneraban a millón de pesos por hectárea para que no sembraran más grano, eso fue por allá en 1992. Mucha gente hizo eso porque les daban 20 millones de pesos por acabar con 10 o 20 hectáreas cafeteras”, comentó Rojas.

Los que se acogieron al plan de erradicación de café pensaban que habían hecho el gran negocio, que tenían mucha plata, pero esa plata, afirma don Eliecer, quedó valiendo nada porque por esa suma no había mucho que hacer. “Por eso digo que afortunadamente nosotros en lugar de terminar sembramos más y bendito Dios nos ha ido bien”.

Las angustias de don Eliecer

El caficultor, Eliecer Rojas, expresó su preocupación por la pérdida de mano de obra en el campo pues asegura que la gran mayoría de labriegos jóvenes salieron para las ciudades abandonando las actividades rurales.

Dijo que muchos campesinos se fueron a los cascos urbanos en busca de estudio y de otros medios de vida porque la vida en el campo se complicó con la apertura económica y con las dificultades de orden público. Recalca que hubo una mixtura de escenarios que le dieron la razón a más de uno para migrar, entre lo más notorio, la pérdida de rentabilidad.

Anteriormente, argumentó, se contaba con el trabajo de toda la familia, de gente muy joven y laboriosa, pero ahora no se puede contratar un jornal hasta que no cumpla 18 años y eso en parte está acabando con la caficultura.

“Siento que las autoridades y muchos están equivocados porque sacan a la gente joven del campo, les dan unas propinas, los alimentan, les facilitan el estudio, pero nunca los forman para la agricultura o las labores pecuarias, los distraen de lo que realmente saben y son, les quitan su esencia, su vocación y prácticamente los desperdician en la vida porque hay mucha gente campesina en las ciudades haciendo cosas indebidas o delinquiendo, eso hay que revisarlo pues los que se fueron, no quieren volver a los campos”, apuntó Rojas.

Tras de cotudos con paperas

Como si perder campesinos en las ciudades fuera poco, otros que decidieron seguir en las montañas o en los valles optaron por salir del café para irse a recoger hoja de coca. Esos campesinos se los robó la hoja maldita y hoy están en zonas en donde ganan mucho, pero de donde llegan sin un peso porque así como ganan, gastan y no siempre en cosas buenas.

“Conozco mucha gente de esa, los muy ilusos consideraban que recibían buenos ingresos y no es que se les vea, también he atacado mucho ese flagelo”, adujo.

En su diálogo, Eliecer hace una pausa y mirándome a los ojos casi que desafiante, asegura que el desarrollo y el progreso de Colombia se le deben al café, inclusive la identidad y la marca que caracteriza a Colombia salió del aromático grano.

“Recuerdo que la Federación de Cafeteros era muy rica, nosotros los cafeteros la hicimos poderosa porque el gremio llegó a ser dueña de la aerolínea Aces, en donde tenía más del 50 por ciento de acciones, de la Flota Mercante Gran Colombiana, de grandes edificios y empresas. Con la plata del café se hicieron escuelas, caminos y hubo mucho progreso, los recursos del café ayudaban, les daban opciones a muchos”, afirmó.

Este caficultor consideró que el país tiene una enorme deuda con los caficultores, motivo por el cual la Federación tiene que estar más pendiente de ellos, no solamente del pequeño productor, de la totalidad, porque todos le han dado divisas a Colombia.

A la Federación tiene que llegar un cafetero

La terna para elegir al nuevo zar del café no convenció a don Eliecer quien quiere que en ese puesto se siente una persona idónea, trabajadora y capaz que muestre compromiso y que garantice una gestión gremial en favor de los caficultores. “Me parece que esos tres que están postulados no saben mucho del tema, a la Federación debe llegar un cafetero, una persona que venga de la base, que sepa de la operación y que vea la real necesidad de la Federación de Cafeteros y de sus agremiados”.

Aseguró que solo con una persona del café, formado en la caficultura es viable retomar el rumbo de la Federación porque en su opinión, no se puede seguir con la política de meter recomendados, amigos del gobierno o a cualquier aparecido.

Dice que observa con extrañeza que mientras muchos hablan de devaluación y los beneficios para los exportadores, en el ámbito cafetero no se ve el reflejo de semejante dicha. “No sé cuál es el favor de la devaluación porque he estado mirando y actualmente el dólar está a un precio muy elevado, pero el precio del café ha subido una cosa muy leve”.

Manifestó cierta preocupación porque, si llegara a bajar el precio, por ejemplo a los niveles de hace dos meses, el café valdría 300.000 pesos por carga según la base del dólar. Tras su experiencia y conocimiento, el caficultor primario no disfruta de esas fiestas, pero en casos diferentes es el que históricamente lleva del bulto.

Caficultor por siempre

El día que don Eliecer parta de este mundo, muy seguramente querrá que lo sepulten muy cerca de sus plantas de café. Muchos lo han persuadido de dejar la caficultura, pero la respuesta siempre ha sido NO.

“Creo que no dejaré mi finca ni mi caficultura, ya me lo han propuesto muchas personas, incluidos mis hijos. Tengo un hijo en Estados Unidos y me dice que no me joda más, pero la verdad, ya no me jodo mucho porque voy al campo, voy a mi finca y con mis 75 años de edad me agacho todavía a trabajar. Me encanta estar en mis labores y me quemo porque me da mucha alegría ver las haciendas cafeteras y ver el trabajo que hacemos, sinceramente estoy muy orgulloso de ser caficultor y hay algo muy cierto, trabajando con honestidad y siendo muy correcto y decente, las cosas salen bien”, dijo.

En la recolección de café se paga por jornal 27.000 pesos diarios en promedio, los trabajadores asumen su alimentación, pero el dueño de la finca que lleva gente de Nariño y del Cauca los tiene en las mejores condiciones es decir con buenos dormitorios, buenos salones de distracción, buenas camas y buenos televisores. “Los de aquí, los de Pitalito o del Huila no trabajan en recolección porque se los sacaron para las ciudades y no quieren saber más de esta actividad”.

La recolección es rentable por cuanto hay personas dedicadas a esta labor que acopian 40 arrobas de café por día, es decir que se ganan en unas horas más de 160.000 pesos y es por ello que llegan muy entusiasmadas cuando llega la cosecha.

Una recomendación que no se olvida

Llega el nueve de abril de 1948 y Eliecer era un niño de apenas ocho años de edad que estudiaba en una escuelita ubicada en una hacienda de, César Rivas, llamada Los Cauchos, hacienda que aún existe en la visitada y arqueológica San Agustín.

“La profesora dijo con algo de angustia, váyanse rápido para la casa, vaya dígale a su papá que no hubo estudio hoy porque mataron a Jorge Eliecer Gaitán, me acuerdo como si fuera ayer”, declaró el agricultor.

El padre de Eliecer era muy delicado y muy prevenido, razón por la cual indagó por qué su hijo había llegado tan temprano de la escuela. “Le dije que saludos le mandó la maestra y que no hubo estudio porque mataron a Jorge Eliecer Gaitán y dijo con malestar, ¿acaso es que él es un perro?”.

En ese entonces sólo se manejaba radio de pilas grandes y el padre de Eliecer Rojas era el único que tenía, entonces lo prendió y escuchó la baraúnda que se sentía con la transmisión. “Estaban en esa vaina tan tremenda, decían liberales del país con machetes, con hachas, con no sé qué, a recoger la sangre de Gaitán que corre por las calles de Bogotá”.

La familia Rojas también vivió la violencia, pero por su niñez Eliecer no dimensionó el problema y siguió su vida como si fuera un juego, igual era un menor de edad que habitaba un inocente mundo de juguete.

“Llegué a tener conciencia de lo que pasaba a los 13 años, precisamente cuando se dio el golpe militar del General, Gustavo Rojas Pinilla, que a la hora de la verdad y muy para mí, fue un gobierno bueno”, expuso.

Este caficultor tiene la convicción que el gobierno militar fue supremamente sensible para el departamento del Huila porque fue el promotor de todos los puentes que hay sobre el río Magdalena sin dejar de lado otras obras.

Eliecer Rojas, sigue feliz en su finca en Pitalito, acompañado por su esposa doña, Elvia María Peña, una matrona de 73 años, firme y temperamental. Con ella recuerda los hermosos momentos al lado de don, Maximiliano Rojas, su querido y recordado padre y de las enseñanzas del tozudo, pero sabio abuelo, don Lino Antonio Rojas, hombres del café, ascendentes de la caficultura que venía rauda con la Colonización antioqueña de 1830, pero muy próspera y prometedora en el pasado siglo.

“Mis tíos han cogido otros caminos y están ricos, pero yo tengo algo que vale más que todo el oro del mundo, la felicidad”, concluyó don Eliecer.

En Pitalito 10.800 familias viven del café, el municipio tiene 20.033 hectáreas cultivadas con el grano y la producción alcanza las 220.000 cargas de pergamino seco al año. El café de Pitalito se destaca por los atributos en taza en donde se resaltan su acidez media, sabores a fruta y dulce. En Pitalito la caficultura es pequeña y se desarrolla en dos hectáreas en promedio, es una tierra de minifundistas.

Para el capítulo Huila la siembra de café se hace en 154.000 hectáreas y les lleva bienestar a 82.607 familias de la tierra del bambuco, las achiras y el delicioso asado de cerdo.

Escrito por Germán Enrique Nuñez   

Fuente; www.diariolaeconomia.com

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