Hombres, escuchen lo que dice la ciencia
“El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común, estadísticamente común, que no es lo mismo que normal”. Eso es lo que dice, aún hoy, la Santa Iglesia Católica. No es normal, ni propio de la naturaleza humana, dicen, porque genera en la persona una sexualidad egocéntrica. Tan egocéntrica que se corre el riesgo de quedarse en un estadio narcisista, que “produce seres replegados sobre sí mismos, daña el carácter, conlleva distracción de espíritu, inconstancia, apatía, complejo de culpa”… Es una acción gravemente desordenada, nos dicen, una falta moral grave, un vicio obsesivo y egoísta que llega a ser esclavizante. Y que además puede salvarte la vida.
No, eso último no lo dice la Iglesia. Lo dice la ciencia.
Hace tiempo que desde el campo de la ciencia se nos vienen recitando los beneficios del orgasmo en solitario. Son varios, abundantes, pero en el caso del hombre hay uno que, por su seriedad, destaca por encima del resto: la masturbación reduce el riesgo de contraer cáncer de próstata.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard han cuantificado ese beneficio. Más concretamente estos simpáticos científicos se atreven a lanzar un número que determinaría el umbral a partir del cual la frecuencia masturbatoria ayudaría a mantener la próstata libre de cánceres. El número es…… 21.
El estudio, publicado en la revista científica European Eurology, muestra una reducción estadísticamente significativa de la probabilidad de desarrollar cáncer de próstata a partir de las 21 orgasmos mensuales. Esa frecuencia ayaculatoria reduciría el riesgo cancerígeno en un 33%.
Para llegar a ese dato, los especialistas estudiaron las respuestas sobre hábitos eyaculatorios —la frecuencia, sobre todo— de un grupo de 31.925 hombres de edades comprendidas entre los 20 y los 29 años, y entre los 40 y los 49. Esos datos fueron luego enfrentados a los historiales médicos de esas personas. Los resultados suponen un claro espaldarazo científico al vicio onanista.
El estudio muestra una reducción estadísticamente significativa de la probabilidad de desarrollar cáncer de próstata a partir de las 21 orgasmos mensuales.
Según sus cálculos, esa probabilidad se reduce en torno a un 33%.
Lo que no está claro es el porqué de ese “blindaje”. Una teoría apunta a que la eyaculación arrastraría toxinas dañinas y baterías que de otro modo se acumularían en la glándula prostática, aumentando la posibilidad de daño en las células. Otra teoría sugiere que la eyaculación frecuente contribuiría a la maduración completa de esas glándulas prostáticas, lo que las haría menos susceptibles al daño de los agentes carcinógenos.
Sea una cosa o sea la otra, la estadística muestra que el beneficio está ahí, y es significativo. Parece un buen momento para recordar aquello de que prevenir es mejor que curar. Sobre todo cuando, como sucede en este caso, el prevenir viene asociado al placer.
Fuente; www.playgroundmag.net