Francia Márquez, un compromiso por la reparación
La candidata a la vicepresidencia por el Pacto Histórico fue la tercera persona más votada en las consultas interpartidistas del 13 de marzo. Con más de 770.000 votos superó a candidatos con maquinarias tan aceitadas como las de Alejandro Char o políticos curtidos como Sergio Fajardo. Su llegada como fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro no solo sumó votos a la campaña, sino una renovación muy necesaria.
A Francia Márquez le han criticado muchas cosas, desde que no está preparada para el cargo al que aspira, hasta que no sonríe lo suficiente. Estas críticas, cargadas en gran medida de racismo, clasismo y machismo, han dejado entrever el costo de la participación en política de una mujer negra que aspira a cogobernar el país.
Ochy Curiel, feminista decolonial y doctora en antropología social, opina que la figura de Márquez es clave para este momento en Colombia, pues su propuesta articula demandas y reivindicaciones de muchos sectores de la sociedad históricamente oprimidos. Su importancia en medio de una contienda electoral con tanto en juego, resalta en un país dominado históricamente por representantes de las élites blanco-mestizas, así que su llegada a la disputa por un nuevo proyecto político cuestiona la mentalidad de un país que se niega a aceptar su racismo y desigualdades profundas.
Los reconocimientos que ha recibido como defensora de su comunidad y del territorio, en contra del despojo y los proyectos económicos que lo promueven, son a la vez una denuncia de la articulación del despojo, el racismo y el capitalismo, que, según Curiel, se contrapone al proyecto de vida que presenta Márquez como alternativa. “No es casual que los candidatos de otros partidos hayan buscado gente negra también, eso es porque ella es el referente. Obviamente los otros candidatos afrodescendientes no le llegan a los tobillos ni a ella, ni a su proyecto político, ni a su propia experiencia. Francia Márquez representa un cambio de mentalidad en este país, pero también invita a analizar el racismo y las desigualdades más profundamente”.
Como candidata, ella busca un pacto nacional, por eso insiste en que, aunque su voz representa la de muchas silenciadas, el proyecto de país al que le apuestan desde el Pacto Histórico pretende gobernar para todos los sectores de la sociedad y buscar la reconciliación, algo tan urgente en una Colombia que parece sumirse en nuevo ciclo de violencia e injusticia. Gane o no la vicepresidencia, Francia Márquez está haciendo historia, por eso en ROLLING STONE, hablamos con ella.
¿Por qué llegaste al activismo y qué te enseñó?
Yo empecé mi activismo desde niña porque en el territorio donde vivimos a uno le toca asumir ese rol de defensa y no debería ser así. Yo a los 13 años, en vez de estar viviendo como todos los jóvenes, estaba pensando en cómo ayudaba a mi comunidad en una lucha para evitar que nos quitaran el único tesoro que teníamos, que era el Río Ovejas. Ahí empecé. No porque quisiera, porque me parecía muy aburrido estar en reuniones de comunidades, discutiendo problemas, no, yo quería era estar rumbeando [Risas], pasándola sabroso, pero desde ahí fui aprendiendo muchas cosas y desaprendiendo muchas otras, desaprendiendo el racismo, desaprendiendo el colonialismo que me enseñó a negarme como mujer negra, que me enseñó de niña a sentir vergüenza de mi color de piel, de mi cabello, de lo que soy. Entonces, deconstruir eso y valorarse a sí mismo, descubrirse negra, sentirse orgullosa de su negrura, de su historia, yo creo que es parte de todo el proceso de lo que ha significado mi activismo, mi lucha.
¿Cómo eran las condiciones de hacer activismo en el Cauca, un departamento tan golpeado por el conflicto armado?
Siempre estuve vinculada al arte y a la cultura. Hacía danza y teatro, desde niña. Todo eso me ayudó para después vincularme de lleno a la lucha por defender mi comunidad, mi territorio, por defender el río, por enfrentar la minería. Desde 2001 empieza lo duro. Primero hubo toda una presencia de paramilitares allá en nuestro territorio que incursionaron para cometer la masacre del Naya que el país conoció. La incertidumbre, el miedo, la zozobra que se generó en el territorio fue muy difícil, nos teníamos que acostar a las seis de la tarde. A veces íbamos a reuniones de comunidad y llegaban en unas camionetas blancas los paramilitares, y uno tenía que temprano irse pa’la casa. Ellos decían que si lo encontraban a uno tarde en la noche, se lo llevaban, y sabíamos que si nos llevaban, no íbamos a regresar. Eso generó mucho miedo y era difícil el liderazgo.
Luego vino el asunto minero…
Sí. Empezaron a entregar títulos de explotación minera y en 2009 nos dimos cuenta de que era un desalojo. Llegó una gente con títulos mineros y nosotros no entendíamos eso. La gente estaba acostumbrada a ver la escritura sobre su tierra, no un título minero. Después, desde el proceso de comunidades negras, que es la organización a la que pertenezco, empezaron a investigar quiénes eran estas empresas, qué habían hecho en otros lugares y dijimos que no queríamos que llegaran. Nos dimos cuenta de que era la AngloGold Ashanti, la sudafricana. Llegaron con trabajadores sociales, con proyectos que no iban a cambiar la vida de la gente, porque la inversión era de uniformes para el equipo de fútbol e instrumentos para el grupo musical. Nosotros no nos comimos el cuento y empezamos a ver que era un proyecto muy parecido a lo que había sido la construcción de la represa Salvajina. Empezamos a decir que no aceptábamos, teniendo a mucha comunidad en contra, porque la gente se deja engañar muy fácil. Cuando solicitaron el desalojo dijimos que nuestra comunidad no se iba. Ahí empezó la lucha, pero me sentía impotente porque no teníamos experiencia jurídica. Nos decían «Lo que vamos a hacer es un amparo administrativo», y nosotros no sabíamos eso qué era. Hasta que varios abogados se fueron sumando y nos decían: «Eso es una orden de desalojo», pero no lo decían así, engañaban a la gente con el lenguaje. Ahí dije: «Yo tengo que estudiar derecho pa saber cómo es que esto funciona, porque si no, nos van a joder». Gracias a una investigación con antropólogos de la Universidad del Cauca, encontramos que ahí había una mina esclavista. Eso nos sirvió mucho porque los mayores también dijeron: «Nosotros siempre hemos vivido aquí, mi abuelo, mi bisabuelo vivió aquí». Ellos fueron los que nos dieron fuerza pa decir: “No nos vamos y vamos a luchar con toda, así nos cueste la vida”. Entonces así empecé.
¿Y esa transición hacia la política electoral cómo la estás viviendo?
Pues, siento que la política representativa es muy compleja. En cierta medida tengo temores, temores de no poder responderle a mi pueblo, a mi gente, a este país, porque es un reto. Están los entramados de un ejercicio de gobierno, los intereses de los que usan la violencia también y los de una oposición que puede decir: «No dejamos que gobiernen y ya». Pero yo he participado en muchas movilizaciones, siempre con la esperanza de que cuando uno le hable a un funcionario público, le escuche. Aún hay una ausencia de escucha, el pueblo colombiano necesita que haya un Estado dispuesto a escucharles, a entenderles, a protegerles. Yo sentí muchas veces que el Estado era enemigo de nosotros, en vez de protegernos. Y eso lo sienten muchos colombianos. Lo sentía cuando decía: «Cómo nos van a desalojar, pa dónde nos vamos a ir, si toda la vida hemos vivido aquí». Por eso hicimos movilizaciones como la de mujeres negras en 2014, la “Marcha de los Turbantes”, hasta Bogotá. Estábamos cansadas de la minería, yo era representante legal del consejo comunitario de La Toma, y la minería estaba amparada con la complicidad y la connivencia de todo el mundo, actores armados y actores institucionales, porque la corrupción es terrible en este país. Yo le decía al defensor del pueblo: «¿Qué hacemos?», y él mismo me decía: «Francia, yo ya tampoco sé nada, ¿qué más hacer?». El defensor regional iba y le decía al Ministerio del Interior: «Nosotros también hemos hecho todo y no sabemos qué hacer». Y yo veía la impotencia y la incapacidad de una institucionalidad que no estaba dispuesta a protegernos, que no está dispuesta a cuidarnos. No ver cumplimiento en términos de las necesidades de la gente me hizo ocupar la política y por eso me metí.
“Si ganamos el gobierno nos toca tejer con todos, incluso con quienes nos han hecho la vida miserable, porque esa es la posibilidad de reconciliar este país, de hacer un pacto nacional para reconocer que nos hemos equivocado como sociedad”
¿Qué es lo central dentro de la propuesta de país del Pacto Histórico?
¿Qué esperamos hacer nosotros? Uno, centrarnos en la protección de la vida. Creo que un desafío enorme que tiene Colombia es garantizar la paz, y así se garantizan otros derechos conexos de salud, de ambiente, de vivienda digna, de educación. Entonces, la paz es fundamental para darle tranquilidad a las comunidades, pa evitar que sigan asesinando a líderes y lideresas ambientales.
Pero, sin duda, avanzar en la paz implica el reconocimiento de la necesidad de la transformación de las estructuras que llevaron a Colombia al conflicto armado, y eso tiene que ver con el modelo económico de desarrollo, eso tiene que ver con el extractivismo. Dejamos de producir agricultura, dejamos de producir industria y nos volvimos un país dependiente solo de recursos extractivistas. Creo que ese es el mayor desafío que tenemos en un gobierno del cambio y es cómo hacer ese tránsito de ese extractivismo hacia un modelo que cuide la vida en su sentido amplio, que cuide el medio ambiente, que cuide el territorio.
Desde gran parte del sector empresarial hay críticas sobre el Pacto Histórico. ¿Cuál es el mensaje que le quieren dar a ese sector sobre esos temores?
Es un miedo sembrado por muchos años. Todo lo que nos han sembrado en términos de la política ha sido miedo. Le dicen a la gente «Nos van a despojar de las empresas». Eso no es cierto, al contrario, queremos que las pequeñas, mini y medianas empresas, que tanto empleo generan, tengan condiciones para generar economía en el país. Eso implica cambiar la regla tributaria, voltear la pirámide de la tributación, eso implica justicia tributaria.
Quienes más pagan impuestos proporcionalmente son los pequeños y medianos empresarios de este país. Yo creo que volcar la pirámide es parte del ejercicio, entonces hay que hacer una justicia en términos de las exenciones tributarias para la mediana, pequeña y mini empresa. Hay exenciones tributarias para grandes sectores, que pueden pagar y que pueden contribuir más. Sectores como el financiero o el minero-energético pagan un poco de impuestos, pero después, tienen grandes exenciones tributarias. Las regalías del extractivismo no se comparan con la misma explotación que se hace. Estuvimos en Casanare y la gente decía: «Aquí llevamos 30 años desde la bonanza petrolera, pero aquí no hay agua potable, no hay educación, no hay condiciones de vida digna». Cuando hablamos de un desarrollo, ¿para quién es el desarrollo? En la Guajira está Cerrejón, la empresa más grande de América Latina en explotación de carbón, y ahí al lado del proyecto–paradójicamente–, hay niños muriendo de hambre y de sed.
Algunos insisten en que ustedes quieren atacar la propiedad privada, ¿qué decir al respecto?
A mí me dio dolor tener que ir a una notaría dizque a firmar un documento para decir que no vamos a expropiar a nadie, porque yo soy una mujer de palabra, yo creo que mi palabra vale, pero había que hacerlo pa evitar que la gente tenga miedo, porque nos han sembrado el miedo. A la gente le han sembrado el miedo y tiene miedo al cambio, es cierto. Pero, si no nos atrevemos, entonces, ¿cuántas vidas más tenemos que perder pa darnos cuenta de que hay que apostarle al cambio? Yo no estoy dispuesta a seguir viendo simplemente cómo se asesinan líderes sociales, cómo se asesinan jóvenes, cómo se asesinan mujeres, cómo se violentan niños y niñas, yo no estoy dispuesta a seguir viendo en el Pacifico que las mamás no pueden mandar sus hijos al colegio porque tienen miedo de que los recluten los actores armados. Estoy dispuesta a ayudar a construir un cambio y por eso, contra viento y marea tomé la decisión de colocar mi nombre hoy en esta apuesta de cambio de país.
“La estigmatización de la contracampaña es que le vamos a expropiar la tierra a la gente, pero en realidad es un discurso amañao’ de la élite de este país para que la gente no comprenda que el 1% de la población colombiana tiene casi el 80% de la tierra productiva en este país”
Un eje destacado en sus propuestas tiene que ver con el problema de la tierra y la seguridad alimentaria…
Todo pasa por una de las estructuras que generó el conflicto armado, y es la concentración de la tierra. El despojo no es un tema fácil, porque ahora mismo la estigmatización de la contracampaña es que le vamos a expropiar la tierra a la gente, pero en realidad es un discurso amañao’ de la élite de este país para que la gente no comprenda que el 1 % de la población colombiana tiene casi el 80 % de la tierra productiva en este país. Entonces, el resto de la gente está condenada a vivir de manera miserable, que esa es una de las condiciones que nos tiene a todos los colombianos viviendo con el mayor número de necesidades básicas insatisfechas. Es un país que es campesino, que es agrario, que es rural, pero no tiene la gente acceso a la tierra para producir, y no solo a la tierra, sino a las herramientas.
En mi región podemos hacer un paralelo, la industria de la caña tiene todas las condiciones para producir, pero la gente campesina, indígena, afrodescendiente, mujeres en esa misma región no tienen las condiciones. Entonces, mientras la industria de la caña ha recibido del Estado por muchos años las garantías en infraestructura vial, conectividad, sistemas de riego, investigación para el mejoramiento de la semilla, fondos de estabilización para la comercialización de los productos, subsidios, etc., no hay ningún subsidio para el campesino que siembra caña panelera, el que siembra piña, cacao, hasta café. Ahí hay unas condiciones de inequidad y desigualdad, y no se trata de quitar esa industria, se trata de que ahora el Estado ponga sus ojos donde nunca antes los colocó.
Cuando hablas de niñez y de juventud es inevitable pensar en las grandes barreras en términos de educación, unas que tú misma experimentaste. Desde el Pacto Histórico, ¿cómo esperan responder en este tema?
Me dicen que ¿por qué me demoré tanto estudiando? No fue por bruta, era porque no tenía las condiciones económicas, así de sencillo. Me tocaba parar un semestre, ir a trabajar, ahorrar pa poder pagar el otro semestre, porque no pude acceder a una educación en una universidad pública, pues en mi región no había una universidad pública que diera Derecho cuando yo empecé.
Esa es la realidad de este país, para estudiar mi bachillerato, además de mi embarazo, tampoco tenía condiciones económicas. En mi colegio había deficiencias en infraestructura, no había Internet. Para hacer una tarea bregábamos muchísimo porque no había una biblioteca. Es una deficiencia en términos de la educación desde la básica, media, hasta la educación superior, y eso hace que uno no tenga las condiciones.
Fortalecer un sistema educativo implica pensarlo desde abajo, pero implica que si esos niños son hijos de una mamá cabeza de familia, pues esa mujer tiene que tener una vivienda digna, tiene que tener un empleo pa que tenga unas condiciones que le permitan contribuir a que su hijo reciba una buena educación, oportunidades. Entonces mirar eso de manera integral es parte de un desafío que tenemos, seguramente no vamos a resolver todo esto en un periodo de cuatro años y tomará más tiempo, pero sí hay que poner las bases para atender esas necesidades.
¿Cómo abordarán la política de drogas?
Resolver el problema de la guerra implica resolver el problema del narcotráfico. La legalización de las drogas debe ser un camino para eso. Y venimos hablando, por un lado, de cómo resolver el problema del consumo problemático en este país, eso es con atención en salud pública, no desde una política criminal para evitar que los jóvenes consuman. Es con atención en salud, generándoles oportunidades, abriéndole las puertas a la educación. Darle a un joven la opción de no volverse un sicario, que su opción sea estudiar y desarrollarse como quiera.
Ese es otro gran tema, los retos para atender a las y los jóvenes
Yo creo que el arte, la cultura, el deporte ayudarán mucho en ese camino. En esos territorios hay potencialidades enormes para que los jóvenes se desarrollen en ciencia, en tecnología, en investigación, en cultura, en lo que quieran, pero este país tiene que abrirles las puertas. Si no se avanza en hacer caminos de educación, la paz tampoco se va a concretar en este país. Y un tema trascendental es cómo erradicar el hambre. Mucha gente termina en las dinámicas de violencia porque no tiene oportunidades. Colombia tiene un problema serio en términos de acceso a la seguridad alimentaria, y tenemos tierra pa producir comida.
Frente al tema de seguridad, tras el Acuerdo de Paz, estamos viendo el resurgimiento del conflicto armado, ¿qué hacer para afrontar la seguridad en caso de llegar a la presidencia?
Pues no va a ser fácil lograr la paz aquí, no va a ser fácil, porque hay a quienes les interesa mantener este estado de violencia, de conflicto armado, eso es lo que han hecho, por eso han sostenido tantos años la guerra, porque eso, políticamente, les permite a ciertos sectores mantenerse en el poder.
Nuestra apuesta es lograr la paz integral y eso implica implementación de los acuerdos ya firmados, entre el Estado y las FARC, implica restablecer las mesas de dialogo con el ELN, implica pensar en las posibilidades –si es que se puede– de hacer un camino para resolver el tema de las disidencias que hoy está generando bastante violencia. El paramilitarismo que vimos que cuando extraditaron a Otoniel declararon paro armado en buena parte del país. Eso es una situación compleja, pero todo eso se ha dado en connivencia con la política, por la corrupción.
Es un desafío enorme, pero hay que seguir intentando una paz integral. Eso implica reformas de la fuerza pública. Hemos visto tal vez tras tantos años de conflicto armado, eso terminó llevándoles a muchos a cometer violaciones de derechos humanos.
Y pues como colombianos y colombianas estamos metidos en un problema serio, no es fácil, vamos a lograr la paz aquí, pero si hay una voluntad política de un gobierno, yo creo que hay posibilidades.
Yo le digo, viniendo de un departamento que ha vivido bastante el conflicto armado, que cuando comenzó el proceso de paz –con todos los errores que haya podido tener–, nosotros sentimos un poquitico de tranquilidad en el Cauca. Y llegó este gobierno y bueno, su apuesta era hacer trizas esas posibilidades y mire lo que estamos viviendo ahorita, la inseguridad se disparó en todo lado, y hoy no solamente es en lo rural, en lo urbano, hoy la gente tiene miedo de salir a la calle, hoy la gente tiene miedo de cualquier cosa, ya nadie tiene la vida segura en este país, nadie.
Hay una parte muy importante que marca tu candidatura al ser mujer y afro. No sé si te nombras como feminista, pero tienes posturas que yo reconozco feministas. ¿Cómo alimenta eso tu propuesta de país?
Esta es una sociedad machista, y el machismo lo aprendemos desde la casa, nos asignan roles machistas, roles de «ustedes son pa cocinar, los hombres son para hablar, pa hacer la política «, y yo creo que, aunque no me he enunciado feminista, creo que el feminismo ha hecho una labor importante y debemos ir deconstruyendo esas formas de cómo nos han educado en esta sociedad.
Para mí, hoy ya ver a hombres diciendo: «Sí, reconocemos que nos han formado de manera machista», y ver a una nueva generación que está rompiendo esos esquemas, incluso la comunidad diversa LGBTIQ+, cómo se expresa hoy la juventud y demuestra que la sexualidad de hoy no es la misma de ayer… Esta es una nueva generación que está creciendo con otros valores, con otras formas que valen, que son importantes, y necesarias de reconocer. Nosotras somos el 52 % de la población, somos la mayoría, y si somos la mayoría, por qué una minoría, y no es la minoría de los hombres de la población, sino una minoría de la élite que nos ha gobernado, hombres blancos privilegiados, ¿por qué nos hemos dejado usar de alguna manera? ¿De qué sirvió que nuestro voto se reconociera en este país? ¿Qué hicimos con nuestro voto como mujeres? ¿Por qué nuestro voto no llegó a ser tan fuerte que logró poner en jaque la guerra, que logró poner en jaque todas estas violencias que día a día vivimos? El feminicidio, el abuso sexual, las violencias que vivimos, ¿por qué hoy todavía las mujeres no tienen claro cómo acceder a la justicia en un sistema como este? Cuando una mujer es abusada sexualmente, la justicia no tiene clara una forma de responder a eso, todavía sigue revictimizando a las mujeres, entonces, ¿por qué nos dejamos imponer una justicia desde una visión patriarcal y machista? Así que, romper con eso es un desafío, no pa las mujeres, es un desafío para la sociedad colombiana, y aquí estamos.
Y has apoyado el derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos
Y eso se malinterpreta también. Cuando yo digo que apoyo la despenalización del cuerpo de las mujeres que deciden abortar, me dicen que soy una mata niños, y yo no he matado niños, yo críe a dos hijos sola. Pero eso no significa que porque fui mamá cabeza de familia y valoro lo que me enseñaron en mi casa, en una familia conservadora, no significa que no tenga en cuenta la realidad de niñas adolescentes como yo, de 13, 14, 15 años que quedan embarazadas, solas. Y la realidad es que ellas, para deshacerse de ese problema, de lo que significa la crianza, pues abortan de manera clandestina, poniendo la vida de ellas en riesgo, sin ningunas condiciones. Por eso terminan, además, encarceladas, y son mujeres, niñas que viven en condiciones de un empobrecimiento extremo. Eso es injusto, porque no tuvieron oportunidad de formarse, seguramente no tuvieron una formación sobre la vida sexual y reproductiva, y la sociedad las castiga por eso. Entonces, ¿cuál es la oportunidad que la sociedad les brinda a estas mujeres? Ninguna. Yo creo que esto de que se haya despenalizado a las mujeres que abortan es una oportunidad para formarnos, para reconocer maternidades consentidas, para que los hombres no aborten, para que los hombres asuman su responsabilidad y no abandonen. A la mujer la abandona el hombre, la abandona la sociedad, y, además, la misma le impone la penalización.
Francia, ¿cómo va a ser tu papel como vicepresidenta en este eventual gobierno? ¿Confías, te sientes cómoda con el equipo?
Primero, me siento cómoda y segura de lo que estoy haciendo, porque si no, no lo estaría haciendo. No soy una mujer que se acomoda, yo soy una mujer que cuestiona, que lo que no me gusta, no lo acepto, y tengo mi carácter, y siempre he sido así. Bueno, y eso ha sido un problema, porque ahora me pasa mucho. Yo no soy una mujer de sonreír todo el tiempo, y esto tiene que ver también con que mi abuela me formó así. Ella nos decía: «Dejen de estar guindando todo el tiempo», porque para ella guindar era estar pelando la muela y por eso podíamos ser víctimas de cualquier violencia. Por prevención nos decía eso. No significa que yo no me ría, que no moleste. Yo recocho con la gente en mi comunidad, en mi familia, pero asumo con seriedad las cosas.
Por ejemplo, el cuento del marketing político ha sido muy confrontativo para mí; «Francia, es que todo el tiempo usted tiene que estar riendo», pero es que yo no soy una mujer que todo el tiempo ríe, esta soy yo. Y como yo, son la mayoría de las mujeres de este país. Pero al hombre no le dicen que tiene que reír todo el tiempo, para el hombre, la política y ya. No les dicen cómo tienen que vestirse, no les dicen cómo tienen que estar guindando la muela todo el tiempo, pero a mí sí me dicen eso, que porque tengo que mostrarme más…
Sí, sonriente, complaciente…
Sí, eso. Pero es que no soy así, no, soy una mujer que tiene sus sentimientos y que es un ser humano. Y si no estuviera convencida de lo que estoy haciendo, no estaría aquí, tampoco hubiera aceptado ser fórmula de Gustavo Petro si no confiara en lo que estamos haciendo. Creo y confío plenamente en lo que estamos haciendo, y somos seres humanos, y si en algún momento, él o yo, nos equivocamos, esperamos tener la madurez pa decir usted se equivocó y a mí también que él me diga que me equivoqué. Eso para mí es muy valioso. Yo creo que Gustavo Petro me respeta, me valora, me reconoce, y si no fuese así, yo no estaría ahí, porque no estaría dispuesta a estar en un lugar donde no me respeten y no me reconozcan.
“Mi candidatura no es un regalo, es un esfuerzo de muchos años, de mucha gente, y no empezó ahora, lleva siglos. Mi candidatura es un acto de reparación histórica para un pueblo al que nunca le dieron voz”
¿Cómo te sientes en el Pacto Histórico?
Bueno, el Pacto Histórico es una diversidad de muchas expresiones, de mucha gente. Y ahí en el Pacto Histórico tengo que reconocer que podemos tener principios juntos, pero los métodos son los mismos métodos de la política tradicional, y yo ahí también he levantado mi voz y lo que no me parece, no me parece, y lo digo. Entonces, yo creo que esto no es un regalo, mi candidatura no es un regalo, mi candidatura es un esfuerzo de muchos años, de mucha gente, y que no empezó ahora, lleva siglos. Mi candidatura es un acto de reparación histórica para un pueblo al que nunca le dieron voz en la política representativa, de reparación histórica para las mujeres de este país que no tuvimos voz en la política representativa. Más allá del resultado que podamos tener, este acto simbólico que significa mi candidatura en la política es importante, y no me creo el cuento de que yo soy un fenómeno político. Más que un fenómeno, quién está haciendo el cambio es el pueblo, es la gente que está tomando consciencia de que estamos mal. La gente no hubiera votado por mí si no se identificara con lo que estamos haciendo, las mujeres y los jóvenes no votarían por mí si no se identificaran, los negros no votarían, así tenga la piel negra, si no se identificaran.
Entonces hay unas identidades compartidas, históricas, otras contemporáneas, que se están articulando en este proyecto. Tenemos unos sentimientos, unas aspiraciones y unos sueños colectivos, unos sueños similares que hemos construido juntos y eso es lo que hace que la gente diga: «Vamos a ayudar y creemos en esto». Y yo creo profundamente en lo que estamos haciendo, y no es Francia, sino es lo que el pueblo colombiano está haciendo, porque esto es la gente. Usted puede ser el mejor líder del mundo, pero tiene que entender que su liderazgo depende del pueblo y que es la gente la que toma la decisión. Por eso ahora, nosotros hablamos, Gustavo Petro, Francia, pero la verdadera esperanza del cambio es la gente, y yo lo veo.
¿Qué le dices a la gente que opina que estamos en un momento de extremos y ubican al Pacto Histórico en uno de ellos? ¿Qué les dices de la apuesta política que ustedes proponen?
Mucha gente se presenta como una opción y es válido, es un proceso democrático y yo creo que es válido que Colombia escuche todas las propuestas y tome la decisión correcta. Una decisión que nos lleve a la paz, que nos lleve a quitar el miedo, a contribuir para cerrar tantos años de dolor, de sufrimiento, a generar condiciones básicas de dignidad humana, a transitar por un camino donde podamos poner el dialogo en el centro, donde podamos tejer juntos como colombianos y colombianas, en medio de la diferencia.
Para muchos, la diferencia es una razón para exterminar al otro, para asesinar al otro, para ejercer violencia hacia el otro. Yo creo que este tiene que ser un momento donde la diferencia sea una virtud. Si ganamos el gobierno nos toca tejer con todos, incluso con quienes nos han hecho la vida miserable, porque esa es la posibilidad de reconciliar este país, de hacer un pacto nacional para reconocer que nos hemos equivocado como sociedad, pero hoy tenemos todavía tiempo pa no dejarle esta incertidumbre a nuestros hijos e hijas, pa dejarles un mejor lugar. Eso de andar con miedo todo el tiempo es muy berraco, y tristemente yo me he pasado más de la mitad de mi vida con miedos por mi propia vida y la de mis hijos, y así vive la mayoría en el país, con miedo.
Este país es maravilloso, la gente es maravillosa, los que nos han hecho la vida miserable son una minoría, pero la mayoría de los colombianos y colombianas es gente luchadora, lo he visto en la calle, en las regiones. Esos territorios tienen potencialidades, imagínese si lográramos parar la guerra, ser una potencia mundial de la vida. Partir de los saberes que tiene la gente, de nuestras identidades culturales, de nuestro potencial hídrico, de la agricultura. La tierra de este país es muy productiva y para mí es inconcebible que haya niños muriéndose de hambre en un país como el nuestro.
Entonces creo que los colombianos y colombianas tendrán que tomar una decisión. Entiendo que tantos años de guerra sostenida generan muchos miedos y muchos temores, pero yo creo que llegó el momento de desatar el miedo y atrevernos a pensar que es posible un cambio, y que lo podemos hacer juntos.