Mientras estaba cazando con un amigo en los alrededores de Gardiner, estado de Montana; Bob Legasa, de la ciudad de Hayden, estado de Idaho (EE.UU.), sintió que su vida terminaría. Los cazadores estaban buscando un alce que habían visto el día anterior, cuando de repente escucharon el gruñido de un gran osezno.

Según Legasa, en cuestión de dos o tres segundos fue atacado por la madre oso de unos 225 kilógramos, que buscaba proteger a su cría. Le mordió un brazo, causándole una fractura, y le rasgó la cara con sus garras.

El cazador no tuvo tiempo de reaccionar, se protegió con sus propias manos, intentando mantener el hocico del oso lejos de su cabeza. Luchó otros dos o tres segundos hasta que su compañero pudo sacar su spray y ahuyentar al animal.

Con sangre y repelente en sus ojos, el atacado no pudo ver nada y no sabía si el oso aún estaba alrededor. Tampoco su amigo veía nada, pues el aerosol le había caído también a él en los ojos. Legasa quería prepararse para estar listo si el oso atacaba otra vez, por lo que se apresuró a quitar el seguro de su pistola, pero debido a los guantes que llevaba, accidentalmente accionó el gatillo y se disparó.

«Hubo un momento en el que pensé que no podía ver nada y que eso podía ser el final» Cuando su vista finalmente volvió, se enteraron de que no había nadie alrededor y que el peligro inmediato ya había pasado.

Legasa fue trasladado a un hospital, donde le operaron el brazo.

Con información y fotografías de *Spokesman

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