Dejó Segovia después del asesinato de 46 vecinos por las AUC y buscó refugio en las pesas hasta que una lesión lo mandó al Ejército. Su tenacidad lo volvió campeón

Cuando un comando paramilitar llegó a Segovia un viernes de enero de 1988 y asesinó a 46 personas como retaliación por haber elegido como alcaldesa a Rita Ivonne Tobón, dirigente de la Unión Patriótica, Óscar Figueroa vio a su madre, Doña Ermelinda Mosquera empacar las pocas cosas que tenían en cajas y bolsas plásticas y salir despavoridos, junto con sus otros tres hermanos, del municipio de 40 mil habitantes en donde habían nacido.

En ese entonces el nordeste antioqueño se sumía en un baño de sangre perpetrado por Fidel Castaño. Para una madre soltera como Ermelinda era preferible irse a la casa de unos familiares en Cartago que quedarse en su pueblo famoso por sus inagotables vetas de oro. Vivieron en una casita en un barrio de invasión cuyo arriendo lo pagaba Ermelinda haciendo aseo en casas ajenas.

Oscar estaba feliz con el cambio. No tuvo ningún problema para adaptarse a sus compañeros vallunos y empezó a destacarse como un delantero veloz y potente. Sin embargo no sería con el fútbol con el que le compraría una casa a su mamá. Por consejo de su profesor de educación física el niño, que pesaba 34 kilos, se dedicó a las pesas. Tenía potencia para levantar pesos que lo triplicaban. No demoró mucho tiempo para que abandonara los estudios y por la motivación del entrenador de la liga vallecaucana de halterofilia, Jaiber Manjarrez, se fue a Cali a dedicarse de tiempo completo a las pesas.

Su figuración en un campeonato nacional en el 2001 le dio la posibilidad de abandonar el cuartico oscuro en donde vivía para asentarse en Deportel, el hotel para atletas que subvenciona Indervalle. Un año después, en Grecia, se convirtió en campeón mundial juvenil y de paso confirmó los buenos augurios que se tenían sobre él. Con la plata que le dieron le compró una casita a Doña Ermelinda. Ya nunca más volverían a pasar hambre.

Figueroa se llevó la medalla de plata en los juegos de Londres en el 2012

Iba por buen camino. En Atenas 2004, a los 21 años, parecía que iba a ser el campeón olímpico más joven de la historia. Pocos meses antes de la olimpiada una lesión en la espalda amenazó con volverlo cuadrapléjico; si continuaba practicando el deporte que tanto amaba terminaría en una silla de ruedas. Todos los caminos se cerraron y el único que se abría era el de ser soldado de Colombia. Un año después, asqueado de las balas, las armas y el miedo, se decidió por las pesas así muriera en el intento.

Le costó volver pero en el 2007 se clasificó a las olimpiadas de Beijing con un puntaje histórico. En plena competencia otra vez apareció el dolor en la espalda y otra vez quedaba al margen de unas olimpiadas por un problema físico. Maria Isabel Urrutia creyó que no estaba lesionado, que fingía, que “estaba aculillado”, pero no sabían de qué material estaba hecho Oscar Figueroa. Se fue con todo contra los que lo subestimaban y así fue Campeón del Mundo de mayores, y en el 2012 medalla de plata en Londres.

Ahora, con 32 años, llego con todo por la ansiada medalla de Oro en Río y logró su sueño . Para aspirar y lograrla hoy con lagrimas en los ojos no sólo ha tenido que soportar lesiones sino hasta un fallo judicial: en junio de éste año un juez lo encontró culpable de falsa denuncia y lo condenó a 19 meses de cárcel.

Gracias a no tener antecedentes penales le conmutaron la pena.

nada lo alejó de su sueño olímpico hoy es orgullo de Colombia..

Fuente; Las Dos Orillas. 

siguenos 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *