Quien iba a pensar que aquello que comenzó como un paro de conductores y dueños de camiones en distintas regiones de Colombia, terminaría en un paro nacional, involuntario este último claro está.

Sin vehículos para transportar alimentos, mercancías y todo lo que mueve la economía del país, industria, agricultura, ganadería, avicultura y todo, entró en un paro nacional indefinido con consecuencias económicas y sociales impredecibles.

Especulación con los precios de los productos básicos, acaparamiento por parte de inescrupulosos comerciantes para generar más necesidad e incertidumbre. Como siempre sucede con los paros y las guerras, los pobres siempre llevan la peor parte.

En cualquier parte del mundo, el ministro de transporte que no solucione en cuestión de días una crisis de esta magnitud, ya hubiera renunciado a su cargo, o destituido por ineficiente. Pero estamos en nuestra patria colombiana donde nadie siente vergüenza y menos los políticos que la pierden cuando inician esta profesión.

Las reclamaciones de los protestantes son justas, pero están siendo atizados por fuerzas de la extrema izquierda y extrema derecha, aspecto que hace más peligroso su desenlace.

Mientras tanto, el gobierno nacional no parece dispuesto a solucionar la situación y por su actitud paciente, a veces indiferente, indica que padece una patología que raya con el cinismo y la depresión mental. El presidente, ministros y asesores, necesitan tratamiento psiquiátrico ¡urgente!.

Por Santiago Villareal. 

siguenos 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *