Muchos estudios demuestran, en cambio, los efectos beneficiosos del café y de su principal compuesto activo, la cafeína.
Ya alrededor del siglo XVI, los sabios sufíes de Yemen bebían café para mantenerse despiertos durante la oración. Cuando, a principios del siglo XVII, el café empieza a difundirse en Europa, es considerado casi como una medicina.

La cafeína, descubierta a principios del siglo IX en Alemania por el joven médico Ferdinand Runge, motivado por un encuentro con Johann Wolfgang Goethe, estimula el sistema nervioso central, mantiene despierta la atención y el humor, ayuda a la respiración y la digestión y atenúa la sensación de hambre, por lo que puede ser de ayuda en las dietas.

Algunos estudios sugieren que una taza de café puede ayudar a calmar los síntomas de la migraña.

Estudios recientes han desmontado viejas creencias: en dosis razonables el café no afecta al sueño ni daña el corazón. Puede, en cambio, ayudar en la acción preventiva de algunas patologías importantes (Alzheimer, Parkinson).
El café contiene también sustancias antioxidantes, que contribuyen a eliminar los radicales libres. El sabor y la salud, de la mano.
Si el café es un espresso, todavía más: es la preparación que combina el mayor sabor con el menor contenido en cafeína.
Entre las mezclas, las que son 100% de pura Arabica tienen un índice medio de cafeína alrededor del 1,3%, respecto a casi el doble de las mezclas de Robusta.

Fuente; www.illy.com

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